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Nacido accidentalmente en Bruselas en 1914, Julio Cortázar es uno de los escritores argentinos más importantes de todos los tiempos. Regresó a la Argentina en 1919, donde sus padres se instalaron a las afueras de Buenos Aires. En 1937 recibió el título de profesor normal en Letras, e inmediatamente después viajó e incursionó como docente en algunos pueblos de la provincia de Buenos Aires, como Bolívar y Chivilcoy. En 1944 se trasladó a Mendoza, donde comenzó a dictar clases de literatura en la Universidad de Cuyo. Con la victoria de Juan Domingo Perón en las elecciones presidenciales Cortázar renunció a su plaza a comienzos de 1946. En este mismo año Jorge Luis Borges, quien dirigía Los anales de Buenos Aires, publicó «Casa tomada», uno de los cuentos insignes de la que después sería su primera compilación de cuentos, Bestiario (1951). En marzo de 1950 viajó por primera vez a París proveniente de Padua (Italia), en lo que supuso su primer grand tour o viaje europeo. Gracias a una beca para estudiar literatura francesa viajó de nuevo a París en 1951, donde residió hasta su muerte en 1984. Acto seguido a su arribo a la capital francesa, trabajó como traductor de la Unesco, labor que desempeñó durante gran parte de su vida. La publicación de «El perseguidor» en Las armas secretas (1959) resultó ser el preámbulo de lo que sería la novela que cambiaría la vida del argentino: Rayuela (1963). A partir de la publicación de esta novela Cortázar entró a formar parte activa del denominado «boom latinoamericano» junto con otros autores como Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez. A la par con su obra literaria, Cortázar se caracterizó por su activismo político respecto a algunos países latinoamericanos. En particular fueron tres los países con los que en algún momento de su vida adquirió un compromiso político: con Cuba, adonde fue por primera vez en 1962; con Chile, país que visitó en 1970 y sobre el cual trata su novela El libro de Manuel; y por último Nicaragua, donde fue por primera vez en 1976, y al cual le dedicó su libro Nicaragua, tan violentamente dulce. En las primeras páginas de Clases de literatura Cortázar define su vida en tres instancias: la estética, la metafísica y la histórica. La primera se deja ver en las primeras obras poéticas, en que predomina un alto y hermético estilo literario; la segunda tiene que ver con aquellas obras cuyos personajes están sujetos a la búsqueda como motor vital; y la última, la histórica, tiene que ver con su compromiso adquirido con la realidad política. A pesar de que abunden los juicios sobre cada una de éstas, y que cada lector prefiera una etapa por encima de la otra, una cosa queda clara: en momento alguno Cortázar olvidó aquello en lo que creía, fuera esto literario, político o metafísico. Puede ser una vida con muchos ires y venires entre lo poético y lo político, pero es una vida siempre al servicio de la literatura y, por lo tanto, del humano como ser social.  (Texto extraído de Guía para leer a Julio Cortázar, de Camilo Hoyos)